“Yo mismo te espero”

“Cuando vayas a confesar debes saber que Yo mismo te espero en el Confesionario, sólo que estoy oculto en el Sacerdote”,

nos dijo Jesús a través de Santa Faustina Kowalska.

El Sacramento de la Confesión es el Sacramento de la Divina Misericordia, llamado así por el mismo Jesús, en sus revelaciones a Santa Faustina.

Ella fue una religiosa polaca del siglo 20, quien murió en 1938 a los 33 años de edad y quien fuera canonizada por Juan Pablo II en el año 2000. Jesús habló a Santa Faustina cosas importantes sobre la Confesión.

Él llama a la Confesión “Tribunal de la Misericordia”. ¡Qué nombre tan apropiado! Porque Jesús, escondido en el Sacerdote, no es como los jueces nuestros, que deben condenar a quien es culpable.

El Tribunal de Jesús es distinto: somos culpables, pero no se nos condena, sino que se nos absuelve. ¿Qué tal? Nos declaramos culpables, porque lo somos, y la sentencia es siempre el perdón. Así de fácil, así de seguro.

En el Tribunal de Jesús funciona sólo la Misericordia, no la Justicia. Por justicia tendríamos que ser condenados. Pero en la Confesión, no se nos condena ... se nos perdona. ¡Qué más podemos pedir de este insólito Tribunal!

Unos confesaremos pecado leves, otros confesaremos pecados graves. Pero no importa que los pecados sean muy graves. Dice el Señor: Aunque el alma fuera como un cadáver descomponiéndose (es decir, muerta, horrible, descompuesta por el pecado) y que pareciera estuviese todo ya perdido, para Dios no es así. El milagro de la Divina Misericordia restaura esa alma en toda su plenitud”.

Tal es ese Tribunal. Tales son los milagros que allí suceden: almas muertas en vida, a nivel de cadáveres en descomposición (así son las almas en pecado grave), son restauradas plenamente.

Y así, al ser perdonados, podemos optar a una vida de Gracia aquí en la tierra y a la Vida Eterna en el Cielo.

Jesús nos espera siempre, sean nuestros pecados graves o leves, para acogernos en Sus Brazos Misericordiosos, para que sintamos Su Amor al darnos Su Perdón. Recuerda: está escondido en el Sacerdote.