La fe de Nicodemo al comienzo era similar a la de muchos de nosotros: tenemos que ver para creer, tocar para creer. Notamos esta actitud cuando le dice a Jesús “nadie puede hacer señales milagrosas como las que tú haces, a no ser que Dios esté con él”. (Jn. 3, 2-10)
La respuesta de Jesús a Nicodemo es misteriosa: “En verdad te digo que nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo de arriba”. Nicodemo no puede entender lo que Jesús le está pidiendo. Y su reacción complica más la cosa: ¿Tendré que entrar de nuevo al vientre de mi madre?
La fe es gracia de Dios y también respuesta nuestra, lo que significa que hay que hacerla crecer. Dios nos da a cada uno la gracia de la Fe. Y, aunque algunos pudieran llegar a la fe razonando, lo que Él realmente desea es un sencillo “aquí estoy, sí creo”.
“La obediencia vale más que el sacrificio” (1 Sam 15, 22). Jesús abolió los sacrificios de antes, sustituyéndolos por Su propio Sacrificio, aceptando la Voluntad de Su Padre: “’Aquí estoy para hacer Tu voluntad’. Con esto anula el primer orden de las cosas para establecer el segundo. (Hb. 10, 9). “No se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Lc. 22, 42)
Asimismo, nosotros debemos ofrecer nuestra agitada vida diaria y nuestros actos, sustituyéndolos por la Voluntad de Dios, la cual nos calma.
Cuando añoramos Su constante presencia y permanencia en nuestro corazón, y también deseamos Su venida, la Voluntad de Dios calma nuestra alma.
San Agustín lo explica: “nuestra alma está inquieta hasta que descansa en Dios”. Pero para “descansar en Dios” es necesario abandonar nuestros propios deseos.
San Juan Bautista decía: “Es necesario que él crezca y que yo disminuya” (Jn. 3, 30). Esto implica morir internamente al yo, es decir, a la propia voluntad, llenándonos del Espíritu del Señor. Su Voluntad progresivamente debe convertirse en mi voluntad, porque la Voluntad de Dios y nuestra propia voluntad se excluyen mutuamente.
Para Nicodemo esto significó aceptar las nuevas indicaciones de Jesucristo, eliminando las viejas formas Judías. ¿Y para nosotros? ¿De qué tenemos que desprendernos para aceptar la Voluntad de Dios en nuestros corazones?
Commentaires