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Quien Gana al Final


Sabemos que esta lucha espiritual en que estamos inmersos tiene un final. Y ya sabemos quién gana, ¿no? El triunfo es de Dios … y de todos los que estemos en Su equipo.


Entonces hay que estar en el equipo que sabemos va a ganar esta dura batalla. Tenemos que anotarnos en el equipo de Dios. Pero ¡ojo! porque el Demonio, que es el inventor de la mentira, pretende hacer creer que él va a vencer. ¡No nos dejemos engañar por El Engañador!

Nadie se escapa del combate espiritual del que nos habla San Pablo: “Pónganse la armadura de Dios, para poder resistir las maniobras del diablo. Porque nuestra lucha no es contra fuerzas humanas ... Nos enfrentamos con los espíritus y las fuerzas sobrenaturales del mal” (Ef. 6, 11-12).


Ahora bien, es cierto que la lucha contra el Demonio y demás espíritus malignos es espiritual. Pero no por eso deja de ser real. Al contrario, es una “real” batalla la que se libra entre las fuerzas del Mal (de Satanás) y las fuerzas del Bien (de Dios). Y en ese combate estamos incluidos todos los seres humanos, cada uno en su respectivo equipo. Y la Sagrada Escritura nos dice cuál será el equipo ganador.


Así que si estamos en batalla, no podemos pretender no tener tentaciones. Y tenemos que tratar de vencerlas. Pero a veces pueda que caigamos. Entonces en esta lucha tampoco podemos pretender tener un record de “0” faltas y pecados, pues hasta los santos han pecado y nos dice la Sagrada Escritura que el santo peca siete veces.


Sin embargo, la clave del comportamiento ante las tentaciones está en esta cita de Proverbios: “el justo, aunque peca siete veces, se levanta, mientras que los pecadores se hunden en su maldad” (Prov. 24, 16). La diferencia, entonces, entre el que trata de ser santo y el pecador empecinado no consiste en que el santo no peque nunca, sino que cuando cae se levanta, mas el pecador empecinado continúa sin arrepentirse y cometiendo nuevos pecados.


Si la Biblia nos dice que no vamos a estar libres de tentaciones, y además sabemos esto por experiencia, tenemos que luchar activamente contra los engaños y artimañas del Demonio. La oración y los Sacramentos son indispensables en esta lucha.


Así que ser santo no consiste en no ser tentado, sino en superar las tentaciones. Y contamos con toda la ayuda necesaria de parte de Dios para estar en su equipo, para ganar las batallas espirituales y la Batalla Final. Que así sea.

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