“Felices los de corazón limpio, porque verán a Dios” (Mt 5, 8.)
San Juan Bautista habló de arrepentimiento y de preparar nuestros corazones para recibir al Señor. Si este gran hombre, descrito por Jesús así: “de entre los hijos de mujer no se ha manifestado uno más grande que Juan Bautista (Mt 11, 11), predicó el arrepentimiento para recibir a Jesús, ¿qué debemos hacer?
Jesús nos dejó el maravilloso Sacramento de la Confesión, como la forma de limpiar nuestros corazones y nuestras almas.
Para comenzar, la mejor preparación para la Confesión es un exhaustivo y metódico examen de conciencia. De ser posible, debiera ser hecho diariamente. Esto nos lleva a un arrepentimiento sincero de nuestros pecados, es decir, el estar arrepentidos porque hemos ofendido a Dios, lo cual conlleva a tratar de enmendar nuestra vida para evitar esos pecados.
Luego, después de confesar nuestros pecados, Dios, a través del Sacerdote que actúa in-persona-Christi, perdona nuestros pecados, quedando limpios nuestro corazón y nuestra alma.
Recibimos a Jesús al recibir la Sagrada Comunión. Y también esperamos recibirlo el día del Juicio Final. Por eso oramos para que nuestros corazones sean suficientemente puros para llegar a estar en adoración eterna al Señor.
Pero debemos mantenernos siempre limpios para recibir al Señor en todo momento, pidiendo como aquel centurión romano (Mt 8, 8) que con gran fe dijo a Jesús una oración que repetimos con una leve adaptación justo antes de comulgar:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, mas di una sola palabra y mi alma quedará sana.
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