¿Qué nos quiere decir el Señor al compararnos con las ovejas y al definirse Él como el “Buen Pastor”? (Jn 10, 1-10)
La oveja es un animal frágil. Se ve ¡tan gordita!, pero al quitarle la lana, queda delgadita y se le nota entonces toda su fragilidad.
No se vale por sí sola: depende totalmente de su pastor, por cierto no de cualquier pastor, sino de “su” pastor. Él las conoce y las llama a cada una por su nombre.
La oveja es tan incapaz, que con sus débiles y poco flexibles patitas, no puede siquiera treparse al pastor y necesita que éste la suba.
La oveja anda en rebaño, no puede andar sola. Si se pierde y queda ensartada en una cerca o en una zarza, no puede salirse por sí sola: necesita que el pastor la rescate.
Nosotros somos ovejas del Señor. Somos también frágiles, aunque la mayoría de las veces nos creemos muy fuertes. Somos dependientes del Señor y tampoco nos valemos por nosotros mismos.
Sin embargo, engañados, podemos pasarnos gran parte de nuestra vida tratando de ser independientes de Dios, tratando de valernos por nosotros mismos.
Y nos sucede también que nos enredamos en nuestra vida espiritual. Y ¿quién puede sacarnos de la zarza o de la cerca en que estamos atrapados? Necesitamos de nuestro Pastor. Y Él nos busca, nos rescata, nos cura, y nos coloca sobre su hombro, igual que a la oveja perdida, para llevarnos al redil. (Lc 15, 4-10)
El Señor es el Pastor preocupado por una ovejita que forma parte de un rebaño de cien ovejas. Y el Pastor no descansa hasta que la busca, la encuentra herida, la cura, la monta sobre sus hombros y vuelve alegre a casa.
Esa es la actitud del Señor con cada pecador que se aleja -como se alejó del rebaño la oveja perdida. Lo busca, lo sana -es decir, lo perdona- y lo vuelve al redil. Eso hace el Señor cuando cada uno de nosotros se aleja por el pecado. Y -además- se alegra y hay gran celebración en el Cielo por cada pecador que se arrepiente y vuelve al camino ... por cada oveja que vuelve al redil.
Canto “Eran Cien Ovejas”:
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