SE VIVE COMO SE ORA Y SE ORA COMO SE VIVE. Por eso hay que ORAR TODO EL TIEMPO.
Y esto no es un invento. La Palabra de Dios nos pide orar así, de manera constante:
"Es necesario orar siempre y sin desanimarse" (Lc 18,1). "Estén vigilando y orando en todo momento" (Lc 21,36). "Oren sin cesar" (Rm 12,12), "Sean constantes en la oración" (Col 4,2)
Si Dios lo pide, debe ser provechoso para nosotros. Y si Dios lo pide, debe ser posible hacerlo, porque El nos da las gracias para lo que nos requiere.
Para orar constantemente hay que tomar conciencia de que Dios está constantemente presente en nuestra vida.
Pero, aún así, ¿cómo podremos estar orando todo el tiempo?
Por ejemplo, repitiendo continuamente alguna frase o frases de un Salmo que nos haya llegado al interior como “espada de doble filo” (Hb 4, 12). O repitiendo alguna jaculatoria (“Jesús, en Ti confío”) u otra que nos guste más. O rezando una oración más larga, como el Padre Nuestro o el Ave María.
Y estas repeticiones pueden hacerse mientras estamos haciendo algo que no requiera la intervención de nuestro intelecto. Por ejemplo, mientras conducimos, o mientras nos vestimos, o mientras hacemos algún trabajo manual, desde fregar los platos hasta limpiar la casa, o mientras paseamos al perro o hacemos ejercicio.
Adicionalmente, tenemos otros momentos de oración durante el día: cuando pedimos perdón por nuestros pecados, o cuando ofrecemos nuestro trabajo, o cuando pedimos por alguna necesidad propia o de otro. O cuando nos detenemos para alabar a Dios o agradecerle por algo. O cuando rezamos el Rosario. Y muy especialmente, cuando estamos en la Santa Misa.
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