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La Virgen nos da a luz con dolor


¿Cuánto le duele a la Virgen María darnos a luz a cada uno de nosotros? Darnos a luz a la Gracia, digo.


Sabemos que la Santísima Virgen dio a luz sin dolor: Jesús Bebé pasó por las paredes de su cuerpo como la luz del sol atraviesa un cristal. Esto, por Ella ser la Inmaculada Concepción, pues nació sin las consecuencias del Pecado Original, una de las cuales fueron los partos dolorosos (Gen 3, 16).


Pero ¿cuánto sufrió María camino al Calvario y a los pies de la Cruz? ¿Y cuánto sufrió teniendo a su Hijo muerto en sus brazos antes de ser colocado en el sepulcro?


Cuando el cuerpo de Jesús fue puesto en sus brazos, Ella gritó en silencio el gemido más ensordecedor que haya podido escucharse. Fue el gemido de nuestra salvación: su Hijo muerto así por cada uno de nosotros.


María guardaba todas estas cosas en su corazón (Lc 2, 19 y 51), pero ¡cómo debe haber resonado en el Cielo ese gemido de nuestra salvación!

Miguel Ángel capta ese gemido de salvación en su famosa escultura “La Piedad”. La tristeza de en el rostro de la Madre de Jesús muerto en sus brazos es verdaderamente conmovedora.


A los pies de la Cruz una espada atravesó su corazón, según se lo había predicho Simeón apenas a 40 días de haber nacido su bebé Jesús (Lc 2, 35). Pero cuando sus brazos maternales sostuvieron entonces a su Jesús adulto, el dolor fue desgarrador. No sólo ya estaba muerto -muerto por cada uno de nosotros- sino que ese sería el momento de separarse inclusive de su cuerpo lastimado, torturado y ya inerte. ¡Qué dolor sintió nuestra Madre!


Jesús nos había encomendado a Ella mientras agonizaba en la Cruz (Jn 19, 26). Y Ella había aceptado ser nuestra Madre también. Pero… ¡cuánto le hemos costado en dolor a nuestra Madre del Cielo! ¿Cuántas veces nuestras faltas le han penetrado su Inmaculado Corazón con espadas? ¿Cuánto le hemos costado cada vez que, pecando, le hemos puesto en sus brazos a su Hijo torturado y muerto?


Por eso anuncia Apocalipsis 12, 1-2: “Apareció en el cielo una señal grandiosa: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Está embarazada y grita de dolor, porque le ha llegado la hora de dar a luz.”

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