La Sinfonía de Dios

Hace un tiempo tuve la oportunidad de observar durante todo un verano a un Compositor creando música. Un compositor clásico que pasaba horas meticulosamente colocando notas en su partitura. Se tomaba tiempo en cada nota y con gran amor las repetía una y otra vez para asegurarse que el oyente pudiera percibir la experiencia que él deseaba comunicar.

Era una sinfonía que describía musicalmente el comienzo y el final de un caudaloso río. Un suave comienzo cuando el río nacía, fluyendo hacia abajo y reuniendo cada vez más fuerza para llegar a un inmenso océano. Al terminar la Sinfonía, el Compositor daría la partitura a los músicos, instruyéndoles para asegurarse que interpretaran sus intenciones artísticas. Luego la orquesta toda, guiada por el Director, tocaría esta obra musical para el deleite del oyente.

De igual manera, Dios Padre ha creado Su magnífica Sinfonía Divina. Nos ha dado las Escrituras, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento. Instruyó a Abraham, Moisés y todos los Profetas, y luego a sus Apóstoles. Ellos son los músicos de la orquesta celestial que toca la Sinfonía de Dios. Luego estos músicos nos enseñaron a todos nosotros y, a través de la Historia de la Salvación, hemos escuchado Su música.

Cuando Cristo vino a este mundo, perfeccionó en Si mismo la Sinfonía Divina, siendo “el Sumo Sacerdote según el rito de Melquisedec”. Enseñó a Sus Apóstoles cómo tocar la alianza perfeccionada, y Su obra es interpretada en cada Misa. Allí es cuando los músicos del Señor, los Sacerdotes, convierten el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Así como la música interpretada hace un tiempo por aquella orquesta, cuando nos deleitamos al oír en música al río caudaloso, debemos abrir nuestros oídos para escuchar la perfecta Sinfonía de Cristo. Y así, cuando el Sacerdote consagra el pan y el vino, poder oír la música de Dios recorriendo la tierra y llegando al océano de nuestros corazones. No desperdiciemos la obra maestra de Dios.

Abramos nuestros corazones para que Sus músicos puedan tocar de acuerdo a la partitura de la Biblia, y que la Sinfonía de Dios pueda ser para nuestro deleite y el Suyo.