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El Camino de Saulo


Saulo estaba molesto con la gente que pertenecía al “Camino” (Hechos 9:1-2), más que molesto estaba “respirando amenazas de muerte contra los discípulos” del Camino. Conocemos muy bien la persecución de los cristianos por parte de Saulo y luego la conversión milagrosa que convierte a este matón en el improbable discípulo de Jesús llamado San Pablo.


Saulo estaba convencido de que tenía que destruir este nuevo “Camino” de adorar y amar a Dios. Estaba convencido de que estaba sirviendo a Dios Padre al matar discípulos del “Camino”. Su alma anhelaba servir a Dios, era instruido y bien considerado por el sumo sacerdote judío. Fue enviado a Damasco para destruir esta “secta” de seguidores de Jesús.


En su anhelo de servir a Dios, estaba cegado por su propia intolerancia. Él, como muchos judíos de la época, permanecía obstinadamente en su propia manera de pensar y no podía creer que un Jesús Crucificado fuera el Mesías. Pero Cristo tenía un plan para Saulo que mostraría al mundo que Jesús era el camino verdadero.


Saulo le pidió al sumo sacerdote que le dejara ir por el camino que llevaba a Damasco, sin saber que este camino no sólo era el camino a Damasco sino que también lo llevaría al nuevo “Camino”. Jesús decidió encontrarse con él para darle claridad quitándole la vista por un rato. Jesús realiza el milagro de la conversión de Saulo, el perseguidor, a San Pablo, el discípulo. Jesús no sólo se aparece a Saulo desafiando sus convicciones, sino que también le da a San Pablo muchas señales, le da a San Pablo personas para guiarlo en esta conversión, le da a San Pablo el nuevo “Camino”. Pareciese que Jesús le dijo a San Pablo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por Mí” (Juan 14:6)


El alma de san Pablo es transformada por la luz de Jesucristo y el anhelo que tenia de Dios Padre encuentra un nuevo camino. El camino al Padre es a través del Hijo, Jesús es el Camino. Aunque sus ojos estaban abiertos, no podía ver el verdadero camino que lo llevaba a Dios, fue necesario que Jesús lo cegara para que pudiera tomar el giro de su vida que lo llevaría a Dios.


Del mismo modo, nuestras almas son creadas por el Padre para anhelarlo, creadas para buscar continuamente Su paz, una paz que solo llega cuando descansamos en los brazos de nuestro Padre. Oremos:


Dios Padre, bendícenos con una fe ciega, una fe como la de San Pablo que en el camino de Damasco encontró el verdadero camino a Tus brazos a través de Jesús, Tu Hijo, que es vida y resurrección. Una fe que sigue ciegamente el camino de Jesús.


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