Dios es amor puro, amor que da sin esperar nada, amor que desea sólo ser amado de vuelta. Al preguntarle cuándo llegaría el Reino de Dios, Jesús respondió “sepan que el Reino de Dios está en medio de ustedes.” (Lucas 17:20-21). Jesús también nos recuerda que tenemos dos mandamientos, dos mandamientos sobre el amor: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.
Pero el odio, la malicia, el egoísmo, la envidia se han apoderado de nuestras sociedades. El mundo ha estado lleno de divisiones desde el comienzo. Sin embargo, esto pareciera haberse agudizado en nuestros tiempos. La humanidad se radicaliza en bandos tomando posiciones para pelear unos con otros, y en la oscuridad del internet, bajo nombres anónimos, se pelean unos contra otros sin misericordia. Al contar con parte de los hechos, inventamos el resto de la denuncia para que encaje dentro de nuestras propias ideas. Hemos perfeccionado el arte de matarnos mutuamente a través de pequeños comentarios absurdos que destruyen la vida de las personas, sin que haya remordimiento ni arrepentimiento.
Pero el Amor de Dios engendró su Reino en el fuego del Espíritu Santo. Él creó Su Reino de manera tal que pudiésemos ser todos un solo Corazón, y dentro de ese Corazón pudiésemos vivir llenos del Espíritu Santo y llenos de Amor y Misericordia.
Los seres humanos rechazamos el Amor puro que es derramado en nuestros corazones y entre nosotros. Y al rechazar ese Amor, llenamos nuestros corazones con las obras del Demonio, con orgullo y maldad.
El dolor de Dios en la Cruz es aumentado con nuestros pecados. Ayudamos a los soldados a clavar con mayor profundidad los clavos en el cuerpo de nuestro Señor cuando pecamos, cuando no nos amamos unos a los otros, cuando cada comentario malintencionado y lleno de odio asesina la reputación de alguien.
Dejemos de escribir comentarios mezquinos en la oscuridad del internet y practiquemos la Misericordia de Dios. Construyamos el Reino de Dios en nuestro entorno al amarnos los unos a los otros con el Amor desinteresado de Dios.
Al hacer esto, estamos aliviando el dolor del Corazón del Señor y lo consolamos en la Cruz.
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