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El Arma

Updated: Feb 12, 2023


Estamos siendo atacados a diario por una cultura aberrante agresiva y nuestra mejor defensa es la oración. El Rosario es el arma para aplastar al Diablo.


Satanás es muy fuerte dentro de nuestra cultura. Por eso la Santísima Virgen María siempre ha pedido que recemos el Rosario. Cuando lo hacemos, contribuimos a la batalla, la batalla espiritual entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás. El Beato Papa Pío IX dijo: "Dame un ejército que diga el Rosario y conquistaremos el mundo".


Hay una simple razón por la cual Satanás odia tanto el Rosario. En Génesis 3:15, vemos las palabras de Dios para Satanás por primera vez: “Hare que haya enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te pisará la cabeza mientras tú herirás su talón". Y "la Mujer" siempre nos está pidiendo que recemos el Rosario.


Le preguntaban al famoso exorcista P. Gabrielle Amorth quién era el intercesor más efectivo en su ministerio. Sin titubear respondió: "Por supuesto, la Virgen María ... Un día le pregunté a Satanás: ¿Por qué temes más cuando invoco a María que cuando invoco a Jesucristo? El Diablo respondió: ¡Me humilla más el ser derrotado por un ser humano que por Él!"


Pero aquí está el detalle: nuestra Madre Celestial nos está pidiendo que recemos el Rosario para vencer a Satanás. No podemos derrotar a este ángel caído por nuestra cuenta. Como ángel, Satanás es una criatura muy poderosa. Él es el inventor del engaño y el engaño gobierna el mundo.


Nuestra respuesta es tan simple como el consejo de San Pablo: “… quiero que sean ingeniosos para el bien y firmes contra el mal. El Dios de la paz aplastará pronto a Satanás y lo pondrá bajo sus pies.” (Romanos 16: 19-20)


Nuestra Madre necesita nuestras oraciones. Y el Rosario es "El Arma" que derrota al príncipe de las mentiras. Ella también necesita que cada uno de nosotros responda como lo hizo en la Anunciación: "Yo soy la sierva del Señor" (Lucas 1:38)

Entonces podemos alabar a Dios con las palabras de la Virgen: "Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava." (Lucas 1: 46-48).

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