Dios es Amor. Eso lo decimos frecuentemente y sin entenderlo muy bien. Dios es Amor absoluto. Pero ¿qué significa eso? El Amor de Dios por cada uno de nosotros es absoluto, sin límites. Sin embargo, nuestra respuesta al pecar es egoísmo y rechazo.
Dios creó todo para los seres humanos, y los seres humanos fuimos creados para servir y amar a Dios. Fuimos creados para ofrecerle toda la creación a Dios (CIC #358). Una relación perfecta: Dios da al hombre la creación y en eterno agradecimiento el hombre ama y sirve a Dios ofreciéndole todo. ¿Qué puede fallar? El mal uso de nuestra libertad es lo que falla.
Dios nos ha dado todo, sin tener garantía alguna de recibir nada a cambio. Sus alianzas, a lo largo de la historia de la salvación, son garantías unilaterales de parte de Él hacia nosotros, asegurándonos que Él mantendrá Su promesa. La benevolencia infinita de Dios se evidencia más al habernos otorgarnos la capacidad de escoger, sin tomar en cuenta si lo amaríamos o no. ¡Imagínate! ¡Dar todo a un extraño sin exigir nada a cambio!
Cuando pecamos, incumplimos nuestra parte del contrato, rechazamos la parte de la alianza que nos toca. Y es que, dado nuestro egoísmo, queremos quedarnos con lo que Dios nos ha dado. No le correspondemos con amor.
Pero debemos escoger amarlo a Él también –y no con un amor superficial y vacío- sino con un amor incondicional y sin límites. Esa es la forma de cumplir nuestra parte del contrato, la alianza de salvación. Y lo amamos cuando cumplimos Sus mandamientos, cuando le damos nuestro “sí” en una total entrega a Su Voluntad, pues “en esto consiste el amor a Dios, en que guardamos sus mandamientos” (1 Jn 5, 3).
Dios es nuestro Creador, nosotros Sus creaturas, y Él creó todo para nosotros. Como respuesta a su benevolencia, admiremos Su creación, démosle gracias diariamente por ella. Inclinémonos, en humilde adoración, para proclamar que Él y sólo Él es nuestro Señor, el dueño de nuestros corazones. Así nuestras almas cantarán que Él es nuestro Salvador.
Y llegado el momento, Él gozoso nos dará la bienvenida a casa en eterna salvación.
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