Somos nada sin Dios y sin las gracias que El derrama sobre nosotros.
“Ustedes han sido salvados … por gracia. Esto no vino de ustedes, sino que es un don de Dios” (Ef 2, 8).
Así que cualquier cosa que podamos lograr viene de Él. “Todo lo puedo en Aquél que me fortalece” (Flp 4, 13).
He aquí el consejo del Rey David a su hijo Salomón sobre cómo conocer a Dios: “Si lo buscas, se dejará encontrar, pero si lo dejas, Él te arrojará para siempre” (1 Cron 28, 9).
Dios, entonces, nos da muchas oportunidades en nuestra vida para que le vayamos conociendo, y podemos responder aceptando o rechazando Su Voluntad.
Él nos da todo lo que necesitamos para alcanzar el Cielo, pero depende de nosotros decir sí a las gracias que Él ha diseñado para nosotros.
En Su bondad infinita, Él nos guía hacia el Cielo poco a poco. Y cada vez que abrimos la puerta de nuestro corazón a Sus gracias, Él nos inunda con inmensos torrentes de Amor.
Cierto que Él nos dio la libertad. Y es cierto también que con frecuencia nos perdemos en esa libertad. Entonces nos llama, y si decimos que sí, Él actúa en nosotros para que podamos ir “alineando” nuestra alma con Su Voluntad.
Al rechazar Sus gracias, nuestras almas imperfectas se alejan del poder disfrutar de Su presencia. Pero si vamos diciendo sí, Él nos “alínea” con su diseño.
Y a medida que vamos sacudiendo nuestras cadenas mundanas y elevamos la vista hacia Dios, nos vamos “alinenando” mejor con Él. Y así entonces crecemos en amor a Dios y en santidad.
Debemos permitir a Dios “alinear” nuestros seres imperfectos con Su Voluntad, tanto como Él lo desee y tan rápido como Él lo desee. Con esta “alineación” aprendemos a amarLo. Y al amarLo, nuestras almas tratan de ascender cada vez más alto para estar en Su presencia por siempre y para siempre.
“Señor mío y Dios mío, “alíneame” contigo”
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