Adonai es una palabra Hebrea, un nombre divino, que se traduce como “Señor” y que significa “soberanía”: El Señor de los señores.
Dios es el principio y el fin. Dios es eterno y no hay nada más poderoso que Él. ¡Él es Dios Todopoderoso!
Y aún así, el Cardenal Sarah destaca en “El Poder del Silencio” que ese Dios Todopoderoso, vive plenamente dentro de nuestros pequeños corazones. Más específicamente, en el silencio de nuestros corazones.
Necesitamos ejercitar el silencio para mejor comunicarnos con Él. Podemos también -dentro de la libertad que Él nos ha dado- silenciarLo arrogantemente, ignorarLo e inclusive sacarLo de nuestras vidas.
¡Vaya misterio! Este Todopoderoso Adonai nos permite a nosotros, seres humanos creados por Él, que escojamos ignorarLo.
La ironía de todo esto es que Adonai, Dios Todopoderoso, siendo tan grande, ha escogido quedarse como un pequeño residente de nuestros corazones, esperando que nosotros seamos atentos con Él.
Y….¿lo somos? ¿Somos buenos anfitriones de Adonai? O, por el contrario, ¿optamos por no silenciar nuestros egos, sino más bien silenciarlo a Él?
Las opciones son claras: ¿tomamos contacto con el Único residente significativo de nuestros corazones, o no? ¿Optamos por estar con Él y por escucharlo a Él?
No suele Él forzarnos. Pero podría hacerlo. Se lo ha hecho a algunos, siendo San Pablo un buen ejemplo.
En este grande e irónico misterio, lo mejor que podemos hacer es darnos cuenta de Su Presencia en nuestros corazones y reconocerLo como nuestro Dios, Adonai.
Que pueda silenciar mi ego
para escucharte a Ti,
Dios Todopoderoso, Adonai.
Enséñame a escuchar humildemente
tus poderosas, pero suaves mociones
mientras resides en mi corazón.
Y que pueda deponer mis maneras
y seguir tus inspiraciones y deseos
ahora y siempre.
Amén
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